Cuerpo Enfermo

“A un señor le cortaron la cabeza, pero como después estalló una huelga y no pudieron enterrarlo, este señor tuvo que seguir viviendo sin cabeza y arreglárselas bien o mal. En seguida notó que cuatro de los cinco sentidos se le habían ido con la cabeza.” [1]

Usted me dijo: “Arrégleselas bien o mal, no es mi problema, usted se quedó sin sentidos pero yo tengo los cinco completos”

Sé que le gustan las ocupaciones libres, las tareas porque sí, los simulacros que no sirven para nada. Pues muy bien. Entonces, qué pensaría si por ejemplo, usted tuviera un cuerpo enfermo. Qué tal si un día se despertara y las manos se le quedaran inmóviles y el simple hecho de amarrarse los cordones de los zapatos o coger una cuchara, se le convirtieran en tareas imposibles.  Creo que su vida se convertiría en un gran dilema. Su cuerpo trataría de asumir posturas que ya no puede hacer. Su cuerpo ya no sería legítimo, sería un cuerpo alienado.

Imagínese el momento en que su cuerpo (que ahora está alienado) sea expuesto, mostrado a la luz, de frente a “los espectadores”. Me permito decir que usted querrá esconderse y que su dignidad poco a poco se le irá convirtiendo en un delgadísimo hilo. Yendo más lejos, ¿qué sucedería si absolutamente todas las acciones que usted estaba acostumbrado a hacer pasaran a ser hechas por cuerpos ajenos al suyo?

Después, cuando se acostumbre a su vida y reconozca que necesita de esos cuerpos para “vivir”, les pedirá ayuda y cuando ellos accedan, usted los envolverá en su juego hasta hacerlos hacer lo que usted pida. Sin embargo usted siempre mantendrá un vacío en el estómago.

Allá en el fondo está la muerte, pero no tenga miedo, todos siempre llegamos al fondo de todo, y los cuerpos enfermos no somos la excepción. En ese momento, cuando usted toque el fondo, podrá comprenderme mejor.

 



[1] CORTAZAR, Julio. CASA TOMADA Y OTROS CUENTOS. Fragmento de “ACEFALÍA”. Pág. 103. Editora Aguilar, Alfaguara. Santillana Ediciones.