Performance: El Borde de Todas las Cosas

Performers: Jimena Garrido, Julieta Reyes y Cristina Smargiassi

Córdoba, Argentina

LA  VENTANA SE CAE

EL TE Y YO NOS EVAPORAMOS

LA TAZA QUEDA VACÍA

NO VOY A CONER MÁS PAN.

GRACIAS POR ACOMPAÑARME

HAY DESPEDIDAS QUE SON BONITAS

 

En proceso

¿Cómo trabajar la idea de imaginador-realizador para darle otro lugar al espectador en la escena? ¿Hay que “darle” un lugar? ¿No encierra una idea de minoridad el concepto de “dar” la palabra? ¿Esta no debería llanamente ser tomada?

Una vez que abandonamos los intentos de devolverle al espectador una inteligencia que nunca perdió, intentos como la pedagogía teatral que se propuso establecer  distancia entre el espectador y el objeto que permita la reflexión, o la comunión ética en sus propósitos de  perder esa distancia para que el espectador asuma un dilema y se comprometa en su resolución (Rancière), nos quedamos ante un espectador que actúa reciclando las ofertas de sus mundos mientras camina, o re-hace las relaciones mientras consume imágenes que el que las produce no puede controlar en términos absolutos. La tercera vía que propone Rancière para pensar el arte, la eficacia estética, no termina de abandonar la nostalgia por encontrar alguna garantía en la voluntad del individuo creador. Desde esta perspectiva se considera habría procedimientos artísticos que abrirían el diálogo o facilitarían el encuentro entre regímenes de percepción, asumiendo la discontinuidad entre el que produce y consume el espectáculo. Pero asumir esta discontinuidad es asumir un arte sin garantías fuera de su contexto y uso. ¿Cómo saber qué produce disenso antes de que lo produzca? ¿O qué no lo produce antes de que no lo produzca? ¿Podríamos pensar en mecanismos “democráticos” en la relación entre el artista y el espectador/a que superen las pequeñas acciones autorizadas o habilitadas por el artista hacia el espectador con una ilusión de “participación”?

¿Qué tipo de discursividad inaugurar en relación al suicidio desde una perspectiva que entienda el arte como un diálogo sin garantías? Trabajamos con la sensación de muertes pequeñas y cotidianas en el transcurrir de una tarde de departamento. Todo puede indicar una idea de final de una vida, pero más bien es un desliz hacia esa posibilidad. Un cuerpo se liga a otros, ya no es uno el que muere solo, siempre hay muchas repercusiones en otros cuerpos que sienten morir partecitas. Es necesario tomar la propuesta de la inmediatez y emergencia de los acontecimientos, tratando de explorar la especial relación que uno tiene con cada uno de los cuerpos-objetos con los que se relaciona. Estas relaciones en tensión tejen los mundos. Todo tiene una frágil frontera, un vínculo, un peso y un abismo. Podemos caer a uno u otro lado de la línea. O suspendernos ahí y habitar los bordes de todas las cosas.

Morir o participar es una posibilidad latente en cada cosa. Pero hay que tomarla, como se toma un té.

   

Bitácora

Relato 1

Nos reunimos sobre el césped las tres. Conversamos sobre el  proyecto y sus preguntas.

Pensamos sobre el formato de teatro virtual y los desafíos que conlleva, el ciberespacio afectando la materia del arte. Si asumimos las potencialidades del arte virtual desde una mirada cercana a la vida se abren los continuidades, no solo entre el arte y la vida, entre lo virtual y lo presencial, la realidad y la representación, sino también entre la vida y la muerte. El tema y el formato, el suicidio y el teatro virtual, no deben ser preguntas separadas.

Pensamos cómo sacar a la experiencia del suicidio de un lugar romántico. Abrir el juego a los distintos sentidos y materias que se pueden tejer con la acción de darle fin a la propia vida. Existe un sentido hegemónico del suicido, asociado primero al cuerpo-objeto que un individuo racional moderno tendría y sobre el cuál podría elegir y disponer. No es un cuerpo integrado al cosmos, ni un cuerpo colectivo. A la vez se entiende que este individuo debería ser capaz de discernir y elegir la vida, de combatir y superar el sufrimiento que posee. Es condenable que no lo haga.

Muchas veces a esta experiencia se le suman otras que no se corresponden con esta percepción. A veces el suicidio puede ser una manifestación de un juego, de un amor, de casi una alegría. Como cuando las personas deciden “interrumpir” la vida en un “acto terrorista” que defienda sus dioses, o como cuando un grupo de adolescentes se toman de la mano y se arrojan juntas a las vías del tren, o como cuando un niño juega con una pistola, se apunta y dispara. O en nuestros cotidianos descuidos para cruzar la calle. ¿Dónde comienza y termina el accidente? ¿Dónde el sujeto individuo que elige?

La vida no debiera pensarse como obligación.  Ni el suicidio necesariamente como un acto que socava la vida. Para ampliar nuestra comprensión necesitamos una percepción del cuerpo abierto al mundo.

Vicente Luy es un escritor de nuestra ciudad que hace poco se “quitó” la vida. El confesaba sus sufrimientos de manera pública y desgarradora. Sus poemas son tiernos y terribles. “si va a morir gente. Votemos quienes” y se votó. Se mató como el primer acto de democracia siempre fallida, no esperó el resto de las urnas. Murakami, llena las muertes de arena y las profana. Nos envuelve a todos. Radica en cada cosa. No es tan importante ni tan separada la señora muerte. Tiene lindos relatos. Jazmín de Grazzia dejó escrito su espejo antes de internarse en la bañera con su belleza, rivotril y cocaína.

Nos preguntamos por la dramaturgia de actor, necesitamos, sin hacer autobiografía, atender nuestras resonancias ante experiencias “suicidas” cercanas y no tanto. “Quiero escribir un poema que exprese mi pena y no hable de mí. Un poema épico que te pare la pija” (Vicente Luy)

Atender a las revelaciones en nuestros sueños. “Inconscientemente vamos por un camino, y conscientemente nos ponemos a buscar otro camino, en vez de hacer consiente el camino por el que vamos.” (Vicente Luy)

En este proceso necesitamos quebrar con la noción de la representación dando forma a la realidad, enfrentándose a ella, necesitamos buscar los intersticios del decir. En este proceso sería lindo jugar desde las sensaciones, preparar un viaje juntos. Perder la noción de cuerpo individuo. Jugar con las materias que danzan entre la vida y la muerte. Las pequeñas muertes y vidas siempre en plural. Repetidas y nunca iguales.

Nos parece importante preguntarse por la reconstrucción, el después del suicidio. Qué vidas  tejemos con esas muertes. Qué nuevos formatos de vidas y muertes aparecen cuando nos encontramos en la red, en un mundo de ficciones que estallan la realidad.

Relato 2

Pensamos en los suicidios  a través de los objetos pensados como extensiones del cuerpo propio. Desde el concepto de Cyborg, la chica comienza a morir desde que arroja el arco de su violín. El objeto tiene una fuerza vibratoria que le confiere vida, la cual interviene en el cuerpo humano con el cual intracciona.

El momento más interesante para instalarnos, el que más nos seduce para explorar es el de la suspensión del objeto antes de la caída, cuando ya dejó la vida y aún no murió. Podría pensarse en los momentos liminares de los ritos de paso donde el cuerpo se desagrega abandonando el estatuto anterior sin aún agregarse a la próxima identidad que le será reconocida.

Nos interesa la escritura como palimpsesto. Podría ser interesante completar una escena ya escrita, interactuar por ejemplo con la imagen proyectada y repetida del arco del violín cayendo.  

El espectador podría participar seleccionando objetos para arrojar de los que las actrices les ofrecen. Podría grabada la caída o realizarse ahí mismo. Sería importante, que quien documenta y/o proyecta esté visible en la escena, al igual que las indagaciones y el proceso que atravesamos para llegar a la escena.   

Nos gustan las imágenes de la ciudad en altura (para ayudar a generar vértigo) y un ritmo de caídas con alta velocidad y suspensiones. Podemos relacionar esto con los deportes de riesgo o exposiciones de algunos cuerpos excéntricos que por un lado confirmaría el afán y el éxito del hombre por doblegar la naturaleza, pero por otro lado extiende la experiencia de la corporalidad hacia el mundo de las fantasías.

Nos interesa exponer el suicidio como acto colectivo,  poner la mirada en la reconstrucción que la comunidad hace de este acto. El cuerpo de sujeto-suicida desde arriba de un edificio o tirado en la calle después de la caída genera una extensión del acto al cuerpo colectivo que deberá reconstruir el hecho y darle unos sentidos.